Los científicos del Imperial College de Londres han advertido sobre un «panorama desolador» relacionado con el uso comercial de interfaces cerebro-computadora. Si no se regula, dicen, la tecnología podría llevar a las empresas a cosechar nuestros pensamientos más profundos.
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Varios gigantes tecnológicos, incluidos Facebook y Microsoft, e inversores en tecnología como Elon Musk, han financiado proyectos que exploran el uso de dispositivos de interfaz cerebro-computadora (BCI) para trazar enlaces neuronales. Las agencias gubernamentales de EE. UU. también están estudiando las aplicaciones de esta tecnología.
En un nuevo estudio publicado en la revista APL Bioengineering, investigadores de la universidad revisaron el estado de la investigación de los BCI, levantando banderas rojas sobre la posible explotación comercial de nuestros pensamientos y sentimientos más íntimos, y advirtieron sobre un mundo dividido en las líneas de acceso a la tecnología BCI.
El coautor del estudio, Roberto Portillo-Lara, describió la posibilidad de que las entidades corporativas accedan a las lecturas de BCI como «particularmente preocupante», ya que «los datos neuronales a menudo se consideran la información más íntima y privada que podría asociarse con cualquier usuario».
El enfoque más probable para las aplicaciones de BCI en el mundo real es a través de la electroencefalografía (EEG), un método no invasivo y de costo relativamente bajo para monitorear la actividad eléctrica del cerebro. Los hospitales lo utilizan, a través de un casco con electrodos adheridos al cuero cabelludo, para diagnosticar la epilepsia y otros trastornos.
Los investigadores afirman que los sistemas BCI basados en EEG (eBCI) «transformarán profundamente» industrias como la atención médica, el entretenimiento, la seguridad, la educación y el marketing en «un futuro cercano».
Sin embargo, Portillo-Lara advirtió que los datos de EEG también podrían brindar a las empresas una «perspectiva incomparable» de las «intenciones, preferencias y emociones» de una persona.
Un ejemplo reciente de una empresa de BCI es un proyecto de «neuroprótesis del habla» financiado por Facebook que ha utilizado electrodos implantados quirúrgicamente en la superficie del cerebro de un participante para crear modelos informáticos para la «detección del habla» y el uso de palabras.
En una publicación de blog a principios de este mes, la compañía dijo que el proyecto había permitido a un hombre que no podía hablar después de sufrir una serie de derrames cerebrales hace 16 años volver a comunicarse. Lo hizo convirtiendo sus intentos de hablar en palabras en una pantalla.
Sin embargo, el proyecto aún estaba lejos del objetivo declarado del gigante tecnológico de un sistema que «puede escribir 100 palabras por minuto directamente desde su cerebro». Quizás como era de esperar, Facebook dijo que dejaría de financiar el proyecto para centrarse en un producto que tenía un mejor potencial de ventas a corto plazo: un controlador de muñeca de realidad virtual que lee las señales musculares enviadas desde el cerebro del usuario al brazo.
Mientras tanto, el brazo de investigación del ejército de EE. UU., DARPA, está desarrollando tecnología BCI con la intención de crear supersoldados que puedan controlar «enjambres de drones, operando a la velocidad del pensamiento». En 2017, la agencia otorgó contratos para comprender mejor cómo funciona la tecnología de interfaz cerebral y potencialmente construir un dispositivo capaz de comunicarse con hasta un millón de neuronas a la vez.
Esto se relaciona con lo que los investigadores advierten que podría conducir a un mundo dividido entre lo aumentado y lo natural. La coautora del estudio, Rylie Green, dijo que los legisladores y los organismos reguladores tenían que abordar el «dilema» de la comercialización de BCI para evitar este «panorama sombrío».
Los autores del estudio dijeron que había lecciones que aprender de la comercialización y el impacto global de innovaciones como Internet y los teléfonos inteligentes. Esos ejemplos demostraron que es necesario establecer leyes «estrictas» para garantizar que las aplicaciones de la tecnología BCI sean éticas y seguras.
Además, recomendaron que la tecnología debe ser compartida y fácilmente accesible para evitar que las “desigualdades socioeconómicas actuales” empeoren.
🔎 | RTNews